viernes, 11 de abril de 2014

Vidocq, el legendario


Retrato de Vidocq, el primer detective privado
 

Vidocq, el legendario

Si hay un nombre asociado con la ciencia y envuelto en las brumas de la leyenda, es sin duda el de Eugène François Vidocq, el enigmático espía, policía y detective francés que inspiró a Victor Hugo para crear los personajes principales de Los Miserables, a Edgar Allan Poe para dar forma a su detective Auguste Dupin y a Sir Arthur Conan Doyle para desarrollar la personalidad del más famoso investigador de ficción de todos los tiempos, el célebre Sherlock Holmes.
 
Nacido poco antes de la Revolución Francesa, Vidocq tuvo una vida de película en una época extremadamente turbulenta. Maestro consumado del disfraz, camorrista y mujeriego, en su juventud se alistó como soldado, cambiando de uniforme como quien cambia de camisa (*). Fue encarcelado varias veces por contrabando, deserción, comportamiento incívico y espionaje, pero siempre eludió la guillotina consiguiendo indultos o huyendo disfrazado de cualquier cosa, desde oficial de marina a monja. Finalmente, para escapar de una condena a galeras se ofreció a la policía francesa como informante y espía.
 
A partir de 1811, y ya desde el bando legal, Vidocq empezó a desarrollar las técnicas de criminalística que le harían célebre en el mundo entero. En una época en donde la investigación se basaba todavía en gran medida en delaciones y confesiones, muchas de ellas falsas, el genial detective francés introdujo meticulosas técnicas de análisis que revolucionaron para siempre la disciplina. Para empezar, elaboraba detallados informes de los rasgos físicos y modus operandi de los sospechosos y de sus acompañantes, inflitrándose entre ellos mediante asombrosas técnicas de caracterización. Cuando llegaba a la escena de un crimen, ordenaba que nadie tocase nada hasta que se hubiese realizado un examen exhaustivo y una recogida de pruebas, incluyendo moldes de pisadas, objetos manchados de sangre y fragmentos de todo tipo. Si el crimen lo había producido un arma de fuego, daba orden de extraer la bala del cadáver para cotejarla con los proyectiles de otras pistolas.
 
Tal fue el éxito de sus novedosas técnicas, que el gobierno francés amplió sus competencias y le dotó de todo tipo de medios, organizando bajo su mando la “Brigade de la Sûreté”, la primera agencia de seguridad del mundo propiamente dicha, germen de la policía y de los servicios de espionaje modernos. Admirado y temido por igual, a lo largo de su carrera recibió tantos elogios como despertó envidias y resentimientos. Además de para descubrir y arrestar a criminales, los gobernantes de Francia utilizaron sus servicios para combatir a los insurgentes y a la disidencia, lo cual le acarreó no pocas críticas.
 
Algunos de sus métodos, como el empleo de ex-convictos para que le ayudasen, forzaron su dimisión en 1832, pero eso no terminó con la carrera de Vidocq, quien acto seguido fundó la primera agencia privada de detectives de la historia. A partir de ese momento, sus brillantes intervenciones se vieron entorpecidas por continuos problemas con la policía, harto de los cuales se retiró de la investigación activa, dedicando sus últimos años a escribir.
 
Cuando falleció en 1857, el mundo de la investigación criminal había cambiado para siempre, y ya nunca abandonaría el enfoque cuyas técnicas y procedimientos desembocaron más adelante en lo que ha venido a denominarse como “policía científica”. A pesar de lo mucho que se ha exagerado escribiendo sobre él, puede decirse que los modernos archivos policiales,  la toma de huellas dactilares, la balística, la antropología forense o las modernas técnicas de identificación por ADN tienen su origen en este antiguo soldado de fortuna que hizo del disfraz un arte y que metió de lleno la ciencia en la investigación policial.
 
¡Hasta la semana que viene!
 
(*) Hay evidencias de que Vidocq militó  tanto en el ejército francés como en el austríaco, utilizando identidades distintas.

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